El domingo por la mañana, sin duda fue la mejor opción para conocer Cartagena. Mientras algunos dormían y otros recibían su misa matinal nos internamos en sus calles solitarias. Las casonas coloniales, sus balcones, sus iglesias y el reconocido paseo de los dulces disfrutaba de la armonía de tener pocos turistas. Caminamos por las murallas, que supieron defenderla de ataques de bucaneros y piratas provenientes de mar abierto, y que la convirtieron en una ciudad impenetrable.
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